viernes, 28 de julio de 2017

GEORGE BENSON NOS HIZO SENTIR BROADWAY, EN SU REGRESO A JAZZ SAN JAVIER.

Antes del espectáculo de Benson, el saxofonista español José Luis Gutiérrez dejó su impronta originalísima de Iberjazz.


José Luis Gutiérrez volvió a sorprender con sus sonidos Iberjazz.
En numerosas ocasiones me he referido al Festival de Jazz de San Javier como un festival de contrastes, en los que mezcla conciertos absolutamente dispares pero con un punto de conexión aunque sea remoto. Pues exactamente eso es lo que ocurrió en la noche del jueves 20 de Julio, en la que la música del vallisoletano José Luis Gutiérrez y su trío dejaba sobre el auditorio del XX Jazz San Javier una muestra de sus investigaciones sonoras con base en las raíces españolas, a través de las cuáles Gutiérrez y sus compañeros de viaje reiteraron lo que ya mostró en su anterior visita acaecida en la XV edición. Y el contraste enorme llegó con el show al que siempre nos tiene acostumbrados el guitarrista, compositor y cantante norteamericano George Benson, quien en un abrir y cerrar de ojos cambió, absolutamente, el decorado de una noche de verano con el jazz de fondo y mucho espectáculo.


El diseño que la organización de Jazz San Javier había realizado de esta octava jornada de las que se celebran en la sede oficial del auditorio Parque Almansa, se ceñía al único concierto de George Benson. Pero el inesperado anuncio de Ransey Lewis que suspendía su gira europea en la quinta jornada hizo que se tuviera que localizar a otro gran pianista del género (fue el caso de Thierry Lang) y que en esta octava, se añadiera al saxofonista español José Luis Gutiérrez Trío antes de que apareciera el “tornado” George Benson. Bien, una vez explicado el por qué de estos cambios iré a los conciertos.

El inseparable baterista de Gutiérrez, Lar Legido.
El  saxofonista vallisoletano José Luis Gutiérrez regresaba a Jazz San Javier, tras haber dejado una estela limpia y recordada de su anterior visita en la XV edición celebrada en 2012. Entonces lo hizo en fórmula de quinteto e invitó, además, a la pianista y cantante cubana afincada en Barcelona, Lucrecia. En ambas partes, el público de San Javier quedó entusiasmado con el resultado de las investigaciones sonoras que Gutiérrez y sus compañeros habían plasmado sobre el escenario, utilizando diversos cachibaches de uso normal en nuestras vidas pero que, con la experimentación continua, también son muy efectistas en la música en cuanto a sonidos concretos. A esta fórmula que mezcla estas investigaciones con la ortodoxia musical José Luis Gutiérrez la denomina IBERJAZZ. Ni que contarles la originalidad del resultado, que ha sorprendido a músicos de gran calado internacional como es el caso de Chucho Valdés tras su escucha. Tal vez por ello –y conociendo el director del festival, Alberto Nieto, el motivo principal del absoluto lleno del aforo- pidió previamente a los espectadores que hicieran el favor de mantener el silencio y respeto que todo artistas merece, aunque sabía que muchos de los presentes habían venido para escuchar a George Benson. Bien. José Luis Gutiérrez y su trío, conformado por el bajista Marco Niemietz, y el inseparable baterista del saxofonista, Lar Legido, aparecieron en el escenario para desarrollar su concierto.


En él, se podían observar algunos de esos “cachivaches sonoros” que, en su momento, irían entrando en escena. Los que no se veían eran los del baterista, quien también escondía al público una gran dotación de éstos para alcanzar el resultado sonoro deseado en cada pieza de las seis que interpretaron. El saxofonista y sus compañeros atacaron las primeras notas de “Algún Día” en el que parecia que se iniciaba un viaje por mar, escuchando la salida de puerto de un gran buque, las gaviotas y, en suma, todo ese ambiente que nos podemos encontrar en un muelle marítimo. A los pocos compases de la pieza, Gutiérrez paró la música y pidió, por favor, que aunque observaba mucha gente aún de pié se mantuvieran en silencio porque para la ejecución musical el murmullo es una molestia que perturba al músico. Dicho esto continuó con la pieza que fue aplaudida por un numeroso sector del auditorio.

El bajista Marco Niemietz condujo parte del ritmo del concierto.
A renglón seguido, “Iberian Moment” nos adentraba en mundos sonoros desconocidos y abrumadores para muchos de los presentes en los que, de nuevo, José Luis Gutiérrez tuvo que insistir en que “no era de recibo el que se estuvieran batiendo el cobre, mientras el personal no mostraba ningún respeto por los músicos”. Y continuó pidiendo nuevamente silencio o que si hablaban, al menos lo hicieran muy bajo para no molestar; y lo hizo con un notable enfado en su rostro que, sinceramente, me provocó vergüenza ajena. Pero mucho me temo que esos insistentes murmullos no provenían del espectador español; al menos, no la mayoría de ellos sino de los muchísimos extranjeros que, como indicó Nieto, se habían acercado hasta Jazz San Javier en esa noche para escuchar a su ídolo George Benson. Lo cierto es que no puedo asegurar quién o quiénes eran los molestosos señores de la perturbación; me refiero a su nacionalidad. Pero los hubo y se hicieron notar. 

Bueno. Después de ese segundo toque de atención nítido, las aguas se calmaron y el concierto siguió sin nuevas interrupciones por parte del músico español, que se dispuso a ofrecernos “La Escuela”; otra de sus composiciones en las que se puede apreciar la base musical española que José Luis Gutiérrez mezcla con trazos de jazz utilizando, además, parte de sus investigaciones sonoras. El público, ya digo más sosegado y atento a estas evoluciones sonoras, se arrancó con un aplauso unánime y amplio queriendo como casi pedir perdón al trío y reconociendo el mérito musical.


Como ya era evidente que se le prestaba atención, el saxofonista vallisoletano explicó uno de sus artilugios sonoros más llamativo: El panderidoo. Una barra con cuencos invertidos de diferentes tamaños que se completan con unos 15 ó 20 anillos en la parte baja de la barra y que parece emular a un cohete espacial. Haciendo sonar este “instrumento” y dejando a su lado una estela líquida que Gutiérrez conseguía a través de un difusor, no sólo creaba sonidos sino también una imagen plástica que complementaba la música extraída de aquel extraño instrumento. Era el comienzo de “Carrusel”, en el que también el baterista Lar Legido llegó a sorprendernos con diferentes materiales que mezclaba con los toques normales de su batería, tales como un tubo de plástico, un rollo de cinta de pintor que iba desplegando lentamente para lograr el efecto deseado, o también algún que otro cuenco que utilizaba junto con la caja de su batería. En fin, todo un laboratorio sonoro que lograba los efectos buscados y deseados para este carrusel musical.

El panderidoo es uno de los cachivaches sonoros, en los que José Luis Gutiérrez ha investigado para crear atmósferas sonoras a las que, en esta ocasión, ha adornado con una imagen plástica. Se asemeja a una especie de cohete, al que el saxofonista agrega una especie de estela como se puede apreciar.

Los aplausos del público regresaron al término de esta composición de José Luis Gutiérrez Trío, en la que no faltaron los gritos de “¡Bravo!” y silbidos de admiración. Tal vez en ese momento, los músicos se vinieron arriba y prolongaron un poco más el tiempo que, al parecer, tenían estipulado antes de que el ciclón Benson hiciera su aparición. En ese instante llegó “Tierra A La Vista”, que completaba muy bien el inicio del concierto. Una pieza que el saxofonista y sus acompañantes supieron llevar a la conexión con el auditorio que escuchaba toda su atención al trío. Observando la buena prestancia del público José Luis Gutiérrez manifestó que él no era George Benson, lo que provocó las sonrisas notables del respetable, para anunciar su última composición titulada “Mi columpio”, con la que acabó por adueñarse de un auditorio que al principio sostuvo una especie de pulso con el músico español. Pero como ya he indicado en alguna ocasión: Bien está, lo que bien acaba. Y este concierto del vallisoletano saxofonista José Luis Gutiérrez y su trío, en el regreso a Jazz San Javier, acabó bastante bien.

El trío de José Luis Gutiérrez al completo.
Tal y como he descrito unos párrafos más arriba, la noche estaba pensaba y diseñada para los incondicionales del guitarrista, compositor y cantante norteamericano George Benson. Posee millones de seguidores por todo el mundo de los que un par de miles, se dieron cita en el XX Jazz San Javier para disfrutar con su espectáculo y sus canciones. Hoy por hoy, no se puede pedir a este artista que nos presente novedades porque apenas si las lleva a cabo. Asistir a un concierto de George Benson es saber a qué concierto vas. Comparandolo con un fenómeno de masas español (y valga el ejemplo para aclarar a qué me refiero) es como si decidiera asistir a un concierto de Raphael. Todo el mundo sabe a qué va y casi cómo va a ser el concierto. En ambos casos, sí coinciden en un aspecto: Raphael y George Benson dan todo lo que tienen –y es mucha profesionalidad- en el escenario. Pues teniendo ya las ideas claras, las casi dos mil almas que llenaron (incluidos los laterales) el auditorio del Parque Almansa, se dispusieron a recibir a su ídolo, que apareció en el escenario con los primeros compases de "Affirmation", camisa azul marino oscura y pantalón de brillos plateado. Benson hizo un gesto como indicando: “Madre mía, cómo está el patio de repleto”. Saludó respetuosamente y agarró su guitarra Ibanez para dejar constancia de que a pesar de sus 74 años, todavía es un buen guitarrista. Ya se sabe que donde hubo, siempre queda y en George Benson aún queda bastante como instrumentista.

El primer gran estallido de la noche del auditorio en pleno llegó hasta Santiago de la Ribera. Seguro. Aquí no había trampa ni cartón, porque éste era un público inequívocamente “bensiano”; para qué engañarles con otros calificativos. Ya dije antes que los que acudieron a este concierto sabían a lo que venían y lo que esperaban de su ídolo. Por ello, George Benson y su banda (magnífica, por cierto) comenzaron el desfile de poco más de dos horas en las que se nos iba a mostrar un breve resumen de lo mucho que el guitarrista de Pittsburgh ha publicado desde los años 60 del pasado siglo XX, hasta nuestros días. Sobre todo, sus mayores éxitos de esas grabaciones que a raíz de aparecer en su vida personas como Creed Taylor, Claus Ogerman y el trompetista, arreglista y productor Quincy Jones dieron un giro definitivo a su trayectoria musical aunque siempre, de manera clara, sin olvidarse de sus bases jazzísticas. Un pase de éxitos de Benson que se iniciaba, tras este instrumental, con “Lady Love Me”, “Love X Love”, “Nothings Gonna Change My Love For Me” (de su álbum “20/20” publicado en 1984) o “Kisses In The Moonlight” con las que Benson inició su desfile de éxitos que le han colocado en el pedestal de los elegidos y le han proporcionado varios premios Grammy en todos estos años.

George Benson con su inconfundible guitarra Ibanez.
Para ese momento, muchos de estos aficionados ya habían abandonado sus butacas y se habían hecho un hueco en el famoso foso del auditorio. Querían sentirlo más cerca aún y George Benson se dejaba llevar por este ambiente íntimo, familiar y pegajoso de sus fans. Unos fans que hace mucho dejaron de ser jóvenes, pero que siguen fieles a su música como el primer día. Tras un breve descanso de segundos, nueva pasarela de éxitos del guitarrista a ese público entregado con “In Your Eyes”, “At The Mambo In” (había que ir dejando espacios de gloria para sus músicos, que ahora indicaré quiénes son), “I Want To Hold Your Hand”, éxito de The Beatles de los que Benson ha realizado algunas versiones, o uno de sus mayores éxitos aunque la composición no es suya: “Nature Boy”.

Bueno, bueno. Aquello se venía abajo con tanto entusiasmo como mostraba el auditorio. Y no digamos los que ocupaban todo el foso; aquello ardía por todos lados, máxime cuando Benson se acercaba un poco más al borde del escenario y lo sentían casi a su lado. ¡Qué buen espectáculo estabamos viendo! Pero aún faltaba mucho concierto y todavía teníamos que terminar derretidos por el suelo. La banda que acompañaba a George Benson son músicos de primera y la mayoría de ellos llevan con él desde hace mucho tiempo. Es el caso del siempre simpático y polifacético bajista Stanley Banks; Thom Hall, en los teclados; Michael O’Neill, guitarra y voces. Tandy Waldman, teclados y dirección musical; Lilliana de los Reyes, percusión y voces, y el baterista Khari Parker. Les puedo asegurar que estos músicos suenan a la perfección y dan la impresión de que son más de diez. Benson siempre se ha rodeado de excelentes compañeros para sus grabaciones y directos.

Como se puede apreciar, muchos de los fans del guitarrista norteamericano dejaron sus butacas y bajaron hasta el foso, en el que poco espacio había para hacerse con un hueco.
Por ello había que seguir con esta fiesta de los sentidos que nos estaba proporcionando a través de su música y en piezas que iban completando ese breve pero intenso resumen de su vida. Temas como “Turn Your Love Around”, “The Ghetto” (una de las canciones más señeras de Donny Hathaway, que ha tenido parte de influencias en su trayectoria como cantante), “Never Give Up On A Good Thing” y un bolero de los más tradicionales y versionados para dar un ratito de descanso al alma: “La Puerta”. Tras el momento romántico, el regreso al ritmo con otro de sus éxitos titulado “Love Ballad”, antes de llegar a un final apoteósico con “Give Me The Night”. El personal hervía y en el foso había empujones por llegar al borde del escenario, para tocar a George Benson que recorría de derecha a izquierda y viceversa el ancho del entarimado del auditorio. Mientras aún sonaban los acordes del tema, Benson abandonaba la escena y la banda concluyó la pieza.

George Benson supo lo que sus fans deseaban y no les desfraudó.
Pero querían más. No importaba que fuera jueves o ya, casi la madrugada del viernes y muchos de los allí presentes tuvieran que trabajar horas después. Necesitaban un poco más de música y diversión; dejar a un lado los malos momentos, porque ahora todos ellos habían quedado en el olvido más profundo. Era el concierto de George Benson y ellos estaban allí, con él. Disfrutando de unas horas que iban a quedar en sus recuerdos. Y aquella insistencia tuvo su recompensa, con otros 19 minutos en los que el público disfrutó como un enano pero también los músicos de Benson. El ritmo machacón del comienzo inició la pieza: “Chan, chan. Para chan, chan, chan. Chan, chan…” Exclamación unánime de esas dos mil almas, que clamaban más y más. Y George Benson que aparece en el escenario y entona: “They say the neon lights are bright / On Broadway / They say there's always magic in the air / But when you're walkin' down that street / And you ain't have enough to eat / The glitter rubs right off and you're nowhere”. Por Dios, menudo coro se montó en el recinto. Y todos bailando y disfrutando. Fue entonces cuando Benson dio absoluta libertad a sus músicos y comenzó una exhibición de categoría especial. ¡Qué manera de tocar tan excepcional! Esta gente puede con todo y, además, se divierten a tope. El éxtasis general y la satisfacción de haber asistido a un concierto único.

En resumen, noche para sonidos singulares con bases españolas que nos dejó el saxofonista vallisoletano José Luis Gutiérrez. Después, un George Benson pletórico nos hizo disfrutar al máximo trasladándonos a los teatros de Broadway en cuyas atmósferas, cada noche el público que asiste a sus espectáculos vibra y se divierte como un ningún otro lugar del mundo. Demasiado para todos.

Las fotos son obra de Goio Villanueva. Pinchando en su nombre puedes visitar su web y blogs.

George Benson y sus inseparables músicos. Todo un espectáculo al más puro estilo norteamericano.

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