sábado, 5 de agosto de 2017

CHARLES LLOYD MOLDEÓ AL AUDITORIO DE SAN JAVIER



El sonido del saxofonista nos introdujo en su mundo contemplativo explorando campos que no son frecuentes en esta cita veraniega. En la segunda parte, el grupo español Patax cambió la meditación por un frenesí rítmico, que incluyó en breve homenaje a Paco de Lucía.



Charles Lloyd al comienzo de su concierto.


La noche del pasado 21 de julio de este 2017 tuvo como protagonista principal del XX Jazz San Javier al saxofonista Charles Lloyd, que llegaba acompañado por un cuarteto muy ajustado a su mundo en el sentido amplio de la palabra. Lloyd es un músico que en la década de los años 70 del pasado siglo XX escribió grandes páginas de esta música. Sus composiciones traspasaron el muy incomprendido y difícil campo del “free” y del "post-bop", porque el saxofonista y flautista nacido en Menphis introducía muchos esquemas folklóricos en sus partituras obteniendo un lirismo que traspasaba al mero aficionado al jazz. Aún así, Charles Lloyd no siempre ha sido comprendido o entendido por el gran público pero, sin duda, no se le puede negar su espacio en la Historia del Jazz de la que en San Javier dejó una amplia didáctica de su Magisterio. En la segunda parte de esa jornada, el decorado cambió absolutamente como es norma en este festival. Los encargados de ello fueron un grupo de españoles, Patax, que lidera el percusionista Jorge Pérez quien ha logrado reunir a un conjunto de músicos –la mayoría españoles- variopintos y muy dúctiles para la música de fusión que llevan a cabo. El flamenco es una de las fuentes principales en las que beben y lo demostraron, con un breve pero intenso homenaje al desaparecido Paco de Lucía. Espectáculo intenso donde los haya, con músicos españoles de un nivel muy elevado que nos demuestran con hechos su alta categoría.


El magisterio de Charles Lloyd moldeó a todo un auditorio, que ni pestañeaba para no perder detalle.


La verdad es que cuando un festival como el Jazz San Javier programa la actuación de algunos de los iconos vivos del género, se podría considerar como un pecado el no asistir a ese concierto pudiéndolo hacer. Jazz San Javier ya ha dado diversas muestras de lo que les indico, como por ejemplo las actuaciones de músicos que ya nos dejaron como Louie Bellson, B. B. King, Clarence "Gatemouth" Brown, Niels-Henning Orsted Pedersen, Mulgrew Miller, Dave Bruckber o el más reciente de los que han visitado en diversas ocasiones este festival: El guitarrista y compositor neoyorkino Chuck Loeb. Es decir, nombres que han escrito algunas de las páginas de oro del jazz y que en San Javier, los aficionados tuvimos la suerte de poder ver y escuchar su música. Pues como la Historia siempre se repite, el concurso de Charles Lloyd en la XX edición invitaba a no faltar, bajo pena de arrepentimiento de por vida, a este concierto que el norteamericano iba a ofrecer sobre el auditorio del Parque Almansa.


Gerald Clayton parece recordar a Keith Jarret en su figura, pero cada cual posee sus maneras de interpretar desde el mismo hilo conductor.


La trayectoria de Lloyd ha sido muy irregular, a pesar que desde muy niño comenzó a soplar el saxo alto aprendiendo de manera autodidacta. Por entonces contaba con diez años y mucha ilusión por aprender a la que ayudó, en una primera etapa, Irving Reason o George Coleman. Con algunos años más, el joven Charles Lloyd, hijo de un farmacéutico y entusiasta aprendiz del saxo, se presenta en orquestas de rhythm & blues para pasar, más tarde, a formar parte de los grupos que lideran B. B. King o la Bobby Blues Band. Ya con 18 años se traslada a la Universidad de Southern, en California, para estudiar composición y convertirse después en profesor. Durante los años 60 del siglo XX, Charles Lloyd desarrolla una etapa musical diversa ya que toca con otros músicos de jazz, se asocia con Chico Hamilton, abandona el alto por el saxo tenor y forma parte del sexteto de Cannonball Adderley del que Lloyd siempre ha dicho que influyó mucho para su posterior desarrollo profesional en solitario. Hacia 1966 crea su primer cuarteto con nombres también icónicos del género como el pianista Keith Jarret, Jack DeJohnette en la batería, y Cecil McBee o Ron McClure, alternando, en el contrabajo. Con esta formación registraría varios discos que tuvieron cierta popularidad y cuyas piezas eran compuestas tanto por Lloyd como por Jarret. Las actuaciones y giras llegarían hasta 1969; año en el que por primera vez un grupo norteamericano visita la URSS, Checoslovaquia y toda la Europa del Este. El grupo se disolvería tras este periodo y Charles Lloyd abandonaría la música muy afectado por el fallecimiento de su madre. Precisamente a ese periodo pertenece la pieza con la que Lloyd inició su concierto. El tema daba título a uno de sus discos de entonces en 1966: “Dream Weaver”. Fue un comienzo algo duro para los que no están muy iniciados (recordemos que este tema lo compuso y tocó formando parte de la banda de Chico Hamilton, en plena eclosión del estilo free, del que también participó su admirado John Coltraine), pero muy esclarecedor si se contempla, al final, el concierto en su conjunto. Aún así, buena parte del auditorio dejó sonar sus primeras aclamaciones hacia un histórico del género que con una inequívoca sonrisa en su rostro agradecía tal reconocimiento después de tantos años.


El baterista Eric Harland fue el metrónomo del cuarteto.


En ese momento de su vida, la del fallecimiento de su madre, Charles Lloyd busca consuelo en la meditación trascendental que le devuelve a la enseñanza instalándose en Francia en 1977 y un año después en Suiza, antes de regresar a los Estados Unidos. “Lovesongs” es la empresa de producción de discos que crea junto al componente de los Beach Boys, Mike Love (adepto como él a la meditación trascendental) y a Ron Albach, llegando a hacer giras ocasionales con Beach Boys y registrando discos muy alejados del jazz. No sería hasta el comienzo de la década de los 80 cuando conoce al pianista Michel Petrucciani y tras varios conciertos a dúo, se decide por volver a crear un cuarteto al que incorpora a Palle Danielsson y Son Ship Theus. Participan en el festival de Montreux de 1982 y un año después cuenta con Bobby McFerrin como invitado. Pero en esta última etapa, ya a sus 79 años, Charles Lloyd se le nota alegre y disfrutando nuevamente de su cuarteto, conformado para este concierto por el pianista Gerald Clayton; Reuben Rogers, en el contrabajo, y el baterista Eric Harland. Es una fórmula, la del cuarteto, que parece marcar su camino por el jazz y al que siempre ha vuelto, tras etapas de descanso en lo que a conciertos y producción se refiere. “Defiant” y “Nu blues” –ésta última de su más reciente disco- fueron otras piezas en las que sus músicos destapaban esencias de excelente cuño y escuela, hasta que Lloyd intervenía para colocar su personalidad. Es como una especie de diablillo, que deja jugar ampliamente  a sus pupilos e, incluso, los incita (como hizo con unas maracas a su pianista) para incorporarse después a ese juego con sus ases en la manga.


Lloyd deja evolucionar a sus músicos libremente, antes de volver a entrar en el juego. Y mientras, se divierte viéndolos tocar.


Su disco registrado en estos últimos tiempos bajo el título de “Passin’ Thru” es una revisión de su catálogo en la que Lloyd hace una puesta al día de sus esquemas de fusiones y que, finalmente, deja claro que su tiempo continúa siendo el post-bop. En Jazz San Javier pudimos notar que su admirado John Coltraine continúa vivo en él, como demostró en esas piezas que hemos referido. Pero también dejó muy patente que la flauta sigue siendo un instrumento no desechable para sus conciertos. Y así lo evidenció en la pieza “Tagore On The Delta” que forma parte, como otras de este concierto, de ese último registro discográfico publicado este mismo año. La pieza guardaba los toques en el arco del piano de Gerald Clayton que parecían insistir en un borde del camino; el contrabajo creaba un ambiente seductor, mientras la batería de Harland marcaba el tiempo. Entonces, como vengo indicando, aparecía la delicada flauta de Charles Lloyd para envolver todo en fino y delicado papel seda. Una gozada donde las haya.


La seducción musical de Reuben Rogers al contrabajo.

La dulzura y delicadeza de la flauta hecha realidad por Charles Lloyd.


Aunque parezcan pocos los temas ofrecidos en este concierto, Charles Lloyd hace de cada uno de ellos pequeñas audiciones que van de los ocho a los doce minutos y en consecuencia, no es de extrañar que con tan sólo cinco composiciones llegue casi a la hora de concierto. Éste del XX Jazz San Javier finalizaba con “Rabo de Nube”, canción de Silvio Rodríguez y que sirvió para dar título al disco de 2008 de Charles Lloyd. El auditorio en pleno, puesto en pié, tributaba su cálido y gran homenaje al saxofonista que junto a sus músicos y en el borde frontal del escenario daban las gracias por este reconocimiento y acogida. Y la verdad es que nos sabía a muy poco (apenas habían transcurrido 60 minutos), por eso se solicitaba más; un poco más de esta música que pone en movimiento Charles Lloyd, a la que las críticas han certificado como blanda. Lloyd siempre responde que su música es tierna, porque es lo que el mundo está demandando. Y bueno, ante la evidencia del auditorio el saxofonista y sus músicos accedieron a dos bises. El primero “Passin’ Thru” que, como indiqué, da título a ese último disco de revisión más serena de su propio catálogo de creaciones y en el que Charle Lloyd se muestra, precisamente, más sosegado. Tal vez los años, que te hacen contemplar las mismas cosas de diferente manera. Y después, “La Llorona”; una clásica canción mejicana que tiene sus orígenes en la Revolución y que ha sido versionada por muchísimos intérpretes, quienes han adaptado diferentes letras pero siempre ajustadas a una historia de amor y tristeza. Charles Lloyd dejó una pieza tierna y con muy buen sabor de boca, para finalizar su paso por el XX Jazz San Javier. Un concierto, por cierto, que ha quedado en la imborrable memoria colectiva y entre los mejores de este festival. Ya podemos estar tranquilos.


El cuarteto del legendario Charles Lloyd.


La segunda parte de esta jornada del 21 de julio, nos iba a deparar un escenario absolutamente opuesto a esta joya que acabábamos de ver y escuchar. Ese nuevo decorado mucho más rítmico y jovial estaba diseñado por el grupo Patax, que lidera el percusionista español nacido en Boston, Jorge Pérez. Un proyecto basado en la fusión de músicas que transcurren desde el jazz, pasan por el rhythm & blues y llegan hasta el flamenco. Si hubiera que definir a sus componentes lo haría como muy dúctiles, porque saben adaptarse inmediatamente de un estilo a otro sin despeinarse. Patax, además de su líder a la percusión, está conformado por el trombonista Roberto Pacheco; Raúl Gil, en la trompeta; el argentino Federico Lechner, al piano; Carlos Sánchez, en el bajo eléctrico; Valentín Iturat, en la batería; Daniel Morales, cubano, en los timbales, cajón flamenco y percusión; Alana Sinkey es la fantástica cantante de este grupo, al que completa el baile de una magnífica Lidón Patiño. Y para este concierto en el Jazz San Javier, la invitada de Patax: La joven violinista norteamericana, con residencia en España y Estados Unidos, Maureen Choi. Un polvorín musical que prendió rápidamente con un éxito del añorado Michael Jackson, a quien el grupo iba a dedicar buena parte de su actuación: “Wanna Be Starting Something”.



Alana Sinkey es la cantante de Patax.


Las versiones que Patax ha creado de estos éxitos del denominado “Rey del Pop” son, ciertamente, muy originales y están contempladas desde un prisma más amplio en matices y corrientes musicales. Tal vez por ello, el identificarlos desde los primeros compases se hace, en ocasiones, algo más difícil. Y es que Patax es un laboratorio bien conformado, desde el que se estudia y desarrollan ideas y conceptos que, más tarde, son cuidadosamente filtrados para ofrecer resultados como los que tuvimos ocasión de ver en directo (ya conocíamos varios de ellos por los vídeos en internet). Así que con un auditorio que, por lo general, se mostró dispuesto a divertirse y disfrutar con esta formación española siguieron “Smooth Criminal”, “Beat It” y la aparición en escena de la invitada Maureen Choi, que nos dejó una primera muestra de sus enormes capacidades interpretativas al violín con “La Ruth”.


Jorge Pérez lidera el grupo Patax y se hace cargo de las percusiones.
La violinista norteamericana afincada en España, Maureen Choi.


El joven percusionista cubano Daniel Morales.
Había división de opiniones sobre los resultados de la música que ofrece Patax, pero creo no equivocarme mucho si afirmo que la mayoría de éstas -presentes en el auditorio del Parque Almansa- eran favorables al grupo español. Por lo general, los aficionados se estaban divirtiendo y en lo musical no había nada que reprochar; eran impecables tocando y animándonos a todos. El concierto continuó con “The Cake” y la versión, a ritmo de guaguancó, de “Billie Jean”, en la que regresó la violinista Maureen Choi. Hacia mitad de la pieza –y aprovechando las evoluciones de la bailarina Lidón Patiño-, todo el grupo hizo un corro sobre el tablao, a ritmo de palmas, e improvisaron un mini homenaje a Paco de Lucía que Maureen Choi había indicado quería hacer esa noche. Fue todo improvisado, según pude conocer después, pero parecía perfectamente ensayado. Esta anécdota del concierto nos puede dar una idea aproximada de la calidad de esta formación, Patax, que está llevando por varios países del mundo la excelencia de los músicos españoles. Aplausos del auditorio puesto en pié, que reconocía el valor de estos músicos.


Patax arropando a Maureen Choi, durante su breve homenaje a Paco de Lucía.
De izquierda a derecha, el guitarrista Marcos Collado y el bajista Carlos Sánchez.
La actuación de Patax estaba resultando muy efectista entre el público, así que atacaron “Sin Postre” en un ambiente de rythm & blues mezclado con toques caribeños que resultó tremendamente pegajoso. Y después, el regreso a versiones muy originales de éxitos de Michael Jackson como “Bad”, durante el que Patax introdujo secuelas del coro de “Ghostbusters” y del inmortal“I Shot The Sheriff” que popularizó Bob Marley. Todo un festín de ritmos y estilos que fluían con pasmosa naturalidad desde los instrumentos perfectamente sincronizados de Patax. El final llegó con otra versión de Jackson titulada “They Don't Care About Us”, con la que este grupo español que lidera el percusionista Jorge Pérez ha logrado conquistar ya varios mercados, en tan sólo dos años.





El admirado pianista argentino Federico Lechner.

La bailaora Lidón Patiño arropada por el grupo.

La sección de vientos de Patax. Arriba, el trompetista Raúl Gil. Sobre esta líneas, el trombonista Roberto Pacheco.
El auditorio, puesto en pié, aplaudía sin cesar a estos músicos que nos habían hecho pasar casi dos horas de frenesí rítmico y alegría a borbotones. Los silbidos y demandas para que regresaran al escenario del Parque Almansa y nos regalaran una pieza más, no se hicieron esperar. Tremendamente agradecidos por esta acogida, Patax desplegó un “Thriller” que supo a gloria provocando que el personal bailara aún más frenéticos, si ello era posible, para culminar un fin de fiesta pletórico. En resumen, una noche en la que el gran Charles Lloyd, leyenda viva del jazz, moldeó suavemente al auditorio de Jazz San Javier impregnándolo de su enorme personalidad musical. Inolvidable para nuestras almas. Después, el grupo español Patax cambiaron el decorado y un ciclón rítmico abdujo a un público que se entregó a sus efluvios musicales dejando un magnífico concierto pleno de frenética y festiva música. Habrá que seguir sus pasos, porque ya trabajan en nuevas piezas y los resultados pueden ser demoledores.



El grupo Patax al completo, con su invitada Maureen Choi.





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